jueves, 16 de marzo de 2017

El Señor es mi pastor nada me falta, excepto mi Tablet!

Es fácil decir, “el señor es mi pastor, nada me falta”, pero es otra cosa vivirlo.


El otro día fui a un centro comercial para cambiar unos regalos. Sé que es un poco tarde para eso, pero parecía que día tras día citaba inconscientemente un gran verso de Lope de Vega, “mañana (…), para lo mismo responder mañana…”. Me fui en Uber-pool (compartes viaje con otra persona, en este caso una Italiana que hablaba español bastante bien) y todo parecía un viaje normal… y, lo fue.

Fue hasta estar pidiendo el Uber de regreso que me di cuenta que no tenía mi Kindle conmigo. Como se podrán imaginar empecé a paniquear y regresé al centro comercial preguntando por todos lados, pero nadie había visto mi lector electrónico. Entré al app de Uber para reportar una cosa perdida y me pasaron primero el teléfono de un ser humano que no tenía nada que ver. Luego, me dieron otro teléfono y no respondía… resultó ser el teléfono del hijo del chofer. Para esto también traté de llamar a Liverpool y resultó ser el teléfono de una señora un tanto cuanto saturada de llamadas de personas pensando llamar al titán en tiendas departamentales. (historia verídica… el teléfono que sale en internet para el Liverpool es un número privado de una heroína y mártir de la paciencia en esta gran ciudad…)

Como podrán imaginarse fue una tarde bastante frustrada y caótica. Al final no pude solucionar nada y siendo religioso Legionario de Cristo después de la cena comunitaria pase a las oraciones de la noche para agradecerle a Dios el día… y pedirle si me echaba una mano para encontrar mi Kindle.

Nosotros rezamos todos los días una hora de meditación en la mañana. Es una tradición en la vida religiosa de siglos y es nuestro momento para estar solo con Dios. Normalmente medito el evangelio y la liturgia del día. Ayuda, pues como dice el Papa Francisco, “Cada vez que yo leo el Evangelio, encuentro a Jesús.” Y, esa noche, desconociendo el paradero actual del lector electrónico, tomé el misal mensual, lo abrí y lo primero que alcancé a leer fue, “El Señor es mí pastor, nada me falta.” Y de inmediato me vino, “… excepto mí Kindle!!” Me sorprendió mi reacción porque esas reacciones son lo que normalmente llevas en el corazón.

Es fácil decir, “el señor es mi pastor, nada me falta”, pero es otra cosa vivirlo. Lo que dice este salmo es muy fuerte y difícil: que Dios sea todo para ti. Ya lo decía santa Teresa de Jesús, “¡El que a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta!” Pero ese momento en el que nos roban el celular, nos rayan el coche, se cae la estatua comprada en Londres, o perdemos el Kindle, como que nos hace olvidar que lo más importante y esencial es Dios. Debemos ser prudentes y evitar lo que podamos, pero un mundo perfecto no existe, y un mundo que nos inunda de materialismo es (quiéranlo o no…) nuestro pan de cada día.

Por eso les invito a que la siguiente vez que perdamos, rompamos o extraviemos algo por el motivo que sea, nuestra oración sea la del salmista, “El Señor es mi pastor, nada me falta…”

Por: H. José Andazola LC | Fuente: Catholic.net

¿El Dios de las desgracias?

 ¿A quién se le puede ocurrir que nuestro Dios sea un Dios de desgracias? Se nos suele olvidar que Dios es bueno y misericordioso

Aquí debemos hacernos una confesión que nos llevará a la respuesta. Por lo general acudimos a Dios en momentos de debilidad, de tentación, cuando no podemos por nosotros mismos. Pero esta actitud se da luego de haber quemado todas las posibilidades que teníamos, cuando nuestras seguridades y “capacidades” no pudieron. Acudimos a Dios cuando tenemos gran necesidad de algo, por ejemplo cuando estamos en peligro, allí nos acordamos del Creador aunque nunca en la vida hayamos recitado el credo o visitado iglesia alguna.

Acudimos a Dios en la enfermedad, cuando nos vemos o vemos a los demás pendiendo de un hilo, a sólo un paso de la muerte. Acudimos a Dios para pedirle por nuestros proyectos: cuando la empresa está a punto de quebrar, cuando no encontramos trabajo, cuando queremos cambiar a un trabajo mejor, etc. Hay un sinfín de situaciones que nos llevan a buscar a Dios, pero… ¿cuántas de ellas se dan en los momentos de desgracias? Muchas, muchísimas.

Dios no es un Dios al que se le busque sólo y exclusivamente en momentos de necesidad, si fuese así nuestra actitud ante Él sería utilitarista, porque quiero algo de Él y no por Él mismo. Esta actitud no está mal, ya que una finalidad de la oración (comunicación con Dios) es la petición, y es lícito, es más, debemos hacerlo siempre porque sabemos que no podemos nada sin Él. Pero hay otra dimensión que solemos olvidar que es la dimensión de las gracias. Así es, acudir a Dios en los momentos de gracias, de alegría, de abundancia. No sólo ante problemas y dificultades, sino también con actitud agradecida por todo aquello que nos regala. ¡Y vaya que tenemos “excusas” para acudir a Él! Un nuevo día de vida, el poder ver la luz del sol entre las nubes, el respirar, el poder caminar, el tener una familia, el sentirse amado por Él, el vivir acompañado, etc. Todas éstas son ocasiones propicias para agradecer a Dios, ¡para acudir a Él!

Así, nuestro Dios no se convierte en un “Dios de desgracias” sino en un Dios de todo lo creado. Un Dios presente en las buenas y en las malas, en la abundancia o en la carencia, en la vida o en la muerte. Un Dios que nos espera con los brazos abiertos en cualquier momento, como lo hace un padre con su hijo, que le abraza sin aparentes motivos, con la “excusa del amor”. Así, nuestra vida se transforma en una relación personal con el Padre, cara a cara, de hecho. No son palabras bonitas, sermones bien redactados… es realidad, es la vida cotidiana. Dios nos espera con los brazos abiertos siempre.

Por: H. Edgar Henríquez, LC | Fuente: elblogdelafe.com

Dios es mi Padre ¿de verdad?


Dios es mi Padre”. Tan hijo suyo como lo fue Cristo, tan amado como él.

“Dios es mi Padre”. Primera cosa que aprendemos cuando vamos al catecismo. Y enseguida nos viene a la mente las típicas comparaciones de su amor paternal con el de nuestros papás, así como su infinita paciencia y  el sacrificio que han hecho por nosotros, etc. En resumen Dios nos ama como nos quieren nuestros padres pero a la infinitésima potencia, es con lo que salimos del catecismo. Y terminan los niños su lección de catecismo coloreando a un Señor majestuoso de barbas largas cogiendo de la maño a un niño.

“Dios es mi Padre”. Y lo decimos con la misma naturalidad con la que decimos “Hoy hace calor”, “el Barça ganó este fin de semana pasado”, “Tengo ganas de comer pizza”, sin detenernos un instante en la profundidad que contiene esta frase. Una frase bonita como las que se ponen en los perfiles de Face o Whatsapp.

“Dios es mi Padre”. Sí, es lo que los católicos piensan de la misma manera que un hippie puede decir “mi Madre es la naturaleza” o un azteca “el sol es mi padre”. Una metáfora más en una religión más de una persona más. Una bella idea más de las tantas que han venido diciendo generaciones de escritores, filósofos, cuando no de algún iluminado inspirado.

Pero en realidad, no debería ser así…
El ser humano es capaz de acostumbrarse a todo. Posee la habilidad de caminar encima de carbones encendidos sin quemarse los pies o de habituarse a vivir en los climas más inhóspitos. Podemos decir que lo mismo sucede en el ámbito espiritual. Nos hemos acostumbramos a escuchar verdades asombrosas. Tenemos entre nuestras manos el fuego ardiente del Evangelio y ya ni siquiera nos calienta.

¡Y es que el pensar que Dios es mi Padre no puede ser algo indiferente! Deberíamos caer de rodillas llenos de inmensa gratitud al constatar que el Creador del Universo, la Bondad Suma, el Ser más poderoso del Mundo, me ama con un amor infinito, con un amor que sólo es digno de Él. Lo peor de todo es que nos hemos habituado ya a escuchar el mismo discurso una y otra vez. No nos lo podemos imaginar de otra forma hasta el punto de que lo extraño ya es imaginar a un Dios lejanos, que no tuviera nada que ver conmigo.

Sin embargo, insisto, al principio no fue así. Esta verdad escandalizaba. La principal razón de la condena de Cristo fue esta: “considerarse Hijo de Dios” (Mt 63-66). Pues no lo decía en un sentido metafórico o simbólico, sino de manera real. La palabra con la que se dirigía a Dios en su oración: “Abbá”, era la expresión con que los niños llamaban a sus padres. Algo así como papi o papaíto en traducción actual. Y esto los judíos no lo pudieron tolerar pues no comprendían cómo Dios se podía dignar amar a alguien como a su Propio Hijo. Y ya sabemos como terminó todo.

“Dios es mi Padre”. Tan hijo suyo como lo fue Cristo, tan amado como él. Somos hijos en el Hijo. Este es el centro del Evangelio, la Buena Nueva que Jesucristo nos vino a revelar. El hombre ya no estará nunca más a merced de las desgracias del destino o de su pecado.  “Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!” (Rm 8, 15) A partir de ahora podremos alzar  siempre la mirada al cielo seguros de que tenemos un Padre que me cuida y ama incondicionalmente. Y esta es una verdad infinitamente más significativa que el clima o si el Barca perdió el juego pasado…

“¡Dios es mi Padre!” ¡Qué don tan grande! Hace falta sólo dejar que estas palabras penetren hondamente en nuestra alma en medio del silencio y de la dicha de ser su hijo.

Por: H. Roberto Allison, LC | Fuente: elblogdelafe.com

¿Cuál es la mayor locura que has hecho por amor?

 

Mayfeelings en la novena edición de su tradicional video usa como hilo conductor la pregunta: ¿Cuál es la mayor locura que has hecho por amor? Antes (o si lo prefieren, despúes) de ver el video les recomiendo que lean un texto muy hermoso sobre el amor del Beato Tomás de Kempis. Muy adecuado para acompañar apostólicamente el video.

¿Qué es el amor? (Tomás Kempis)

“Gran cosa es el amor, y bien sobremanera grande; él solo hace ligero todo lo pesado, y lleva con igualdad todo lo desigual. Pues lleva la carga sin carga, y hace dulce y sabroso todo lo amargo. El amor noble de Jesús nos anima a hacer grandes cosas, y mueve a desear siempre lo más perfecto.
El amor quiere estar en lo más alto, y no ser detenido de ninguna cosa baja. El amor quiere ser libre, y ajeno de toda afición mundana; porque no se impida su vista, ni se embarace en ocupaciones de provecho temporal, o caiga por algún daño. No hay cosa más dulce que el amor; nada más fuerte, nada más alto, nada más ancho,nada más alegre, nada más lleno, ni mejor en el cielo ni en la tierra; porque el amor nació de Dios, y no puede aquietarse con todo lo criado, sino con el mismo Dios.
El que ama, vuela, corre y se alegra, es libre y no embarazado.Todo lo da por todo; y todo lo tiene en todo; porque descansa en un Sumo bien sobre todas las cosas, del cual mana y procede todo bien. No mira a los dones, sino que se vuelve al dador sobre todos los bienes.
El amor muchas veces no guarda modo, mas se enardece sobre todo modo. El amor no siente la carga, ni hace caso de los trabajos; desea más de lo que puede: no se queja que le manden lo imposible; porque cree que todo lo puede y le conviene. Pues para todos es bueno, y muchas cosas ejecuta y pone por obra, en las cuales el que no ama, desfallece y cae.


El amor siempre vela, y durmiendo no duerme. Fatigado no se cansa; angustiado no se angustia; espantado no se espanta: sino, como viva llama y ardiente luz, sube a lo alto y se remonta con seguridad.”
Tomás Kempis, La Imitación de Cristo

Por: Mauricio Artieda | Fuente: Catholic-link.com

¿Cuál es el secreto para mantenernos alegres en la esperanza?

Papa Francisco en la audiencia del miercoles 15 de marzo 2017


En la última audiencia del período invernal y en una jornada de sol en Roma, el papa Francisco ingresó este miércoles (15/03/2017) en la plaza de San Pedro donde varios miles de fieles y peregrinos le esperaban. El Santo Padre en el jeep blanco abierto, pasó entre los pasillos de la Plaza, saludando, bendiciendo a los presentes, en particular a los niños, ancianos y enfermos.

Al bajar del vehículo bendijo una imagen peregrina de la Virgen de Fátima, mientras algunos niños con banderas de China se acercaron a saludarlo.

El Santo Padre prosiguió con las catequesis sobre el tema de la esperanza y señaló que “san Pablo nos recuerda que el secreto para mantenernos alegres en la esperanza es reavivar en nuestros corazones el amor de Dios”.

“Todos somos pecadores -dijo el Pontífice- pero el Señor, que es rico en misericordia, abre ante nosotros una vía de libertad y de salvación, que es la posibilidad de vivir el mandamiento del amor, dejándonos guiar por el corazón del Resucitado”.

Señaló así que “vivir y actuar el mandamiento del amor es un don de la gracia de Dios” y advirtió que por “cuando amamos, hay que evitar caer en la hipocresía de buscar nuestros propios intereses, y también en la idea falsa de pensar que si amamos es sólo mérito nuestro”.

Porque “la auténtica caridad nace del encuentro personal con el rostro misericordioso de Jesús, y nos lleva al encuentro sincero con los hermanos”.

“Sólo de esta forma -aseguró el Obispo de Roma- podremos mantenernos alegres en la esperanza, pues sabemos que a pesar de nuestras debilidades y fallos, y hasta en los momentos más difíciles, el amor de Dios nunca nos abandona, y nos impulsa a compartir con nuestros hermanos todo lo que cada día recibimos de él”.

El Papa concluyó su resumen en español, saludando “cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica.”

“En este tiempo de cuaresma -precisó Francisco- los invito a que, alegres en la esperanza, reaviven en sus corazones el amor que han recibido de Dios y lo compartan con todos los hombres con obras de caridad sincera. ¡Que Dios los bendiga!”.

Por: SERGIO MORA / Papa Francisco | Fuente: ZENIT – Roma / 15 de marzo 2017